giovedì 21 novembre 2013

El perfume del neonato.


El perfume del neonato crea dependencia. Es ese perfume dulce hecho de leche, galleta, pañal mojado y piel limpia, porque ellos sudan emociones bellas, que nunca huelen mal y saben de sueños de colores.
Ese perfume se desvanece entre los dos y los tres años. Y uno se pregunta si tiene sentido que el sofá y tus mismos brazos pierdan un olor tan maravilloso. Olfatear un cuello suave y que desaparezca cada gris pensamiento. Todas las casas deberían estar siempre llenas de perfumes neonatales.
Pero después llegan otros olores. Aquellos de los libros nuevos y de los lápices despuntados. De camisetas deportivas y de meriendas a medio comer.

Y justo cuando estabas pensando que preferirías abrazar otra suave criatura que sepa de crema y fruta, inesperadamente entiendes que ese tufo a pegamento que se escapa de las mochilas desproporcionadas será rapidamene sustituido por el aroma agrio de las preocupaciones, de las zapatillas adolescentes, de las sábanas con coloreados dibujos que apestarán de cerveza y cigarros las mañanas de los domingos.
Los perfumes inocentes convertidos en extraños y lejanos. Porque han llegado otros, quizàs el de los primeros besos, o aquel que sabe a gas y a sangre y entra en la nariz con la rabia de una pelea.

Entonces te convences que así debe ser. Que es justo que nuestra casa ceda el puesto a los nuevos olores que irrumpirán, permitiendo que salga por la ventana el aire lenitivo que emana un neonato. Esperando sin miedo los tiempos que vendrán, y con paciencia, presenciar cada nueva ventisca que será todas las veces sorprendente.  




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